Atrapado en ese mundo, de Tricia Mattos
Mi nombre es Tricia Mattos, tengo 14 años y estoy en 2°B del Liceo Pablo Neruda. Este es mi relato:
Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que la vi. Esos ojos verdes penetrantes que me intentaban ayudar y yo no les hacía caso.
Todo empezó esa noche, cuando no quedaba nada en mi billetera. Tenía que apostar algo: si no, perdería todo.
Mientas mis nervios se apoderaban de mí, recordé que mi novia me había dado su anillo de compromiso para llevarlo a limpiar. Rápidamente lo aposté, estaba seguro de que con el juego que tenía, ganaría. Pero no lo logré.
Cuando llegué a mi casa vi mi plato de comida sobre la mesa. Comí la poca comida que tenía y entré a mi habitación. En ella se encontraba acostada Sofía, mi novia, y para no despertarla me acosté lentamente.
En ese instante vi un jarrón que tenía billetes y monedas. Estiré mi brazo y agarré un puñado de los mismos.
Mi novia, al otro día, me pidió el anillo que me había confiado. Como todos los días que me pedía dinero o cosas, le daba una excusa.
La noche siguiente había recuperado el anillo, pero Sofía ya sabía toda la verdad. En ese momento me miró con sus ojos llorosos y dijo:
-Mira, lo que acabas de hacer me duele mucho, estoy muy enojada y decepcionada pero, sin embargo, te voy a ayudar. Vos decidís si tomás o dejás mi ayuda.
Yo, con mi falsa cara, asentí con la cabeza.
La primera semana fue muy dura, de noche me sudaban las manos y me dolía la cabeza; mi novia me preguntaba cómo pasaba por las noches y yo le mentía siempre.
Durante mi dolorosa recuperación, ella me contó que estaba embarazada. Esa noticia me hizo muy feliz, pero sentía que me faltaba algo.
Me faltaba sentir los nervios y las alegrías del juego.
Pasaron dos meses y mi novia me soltó un poco de mis actividades por las falsas noticias que le comunicaba sobre mi recuperación.
Esa noche me reuní con mis viejos amigos. Ese era un juego muy importante, fui a ese juego por 7 noches. Todos los días le mentía a mi mujer sobre que en las noches estaba en un negocio muy importante.
La última noche que duraba el juego, en un momento me quedé sin nada para apostar. No tenía eleccion, aposté mi casa.
El dolor que sentí, la culpa y la angustia, no se comparaban con el sentimiento de triunfo, y con esa apuesta pasó lo esperado: gané.
La sonrisa y alegría que mostraba no se comparaban con la sastifacción que tenía dentro.
Al salir del local no encontré mi auto, pero con la adrenalina de mi triunfo me dio igual. Mientras caminaba para llegar a mi casa vi que un auto negro se acercaba, pero como iba despacio no le presté atención.
No había nadie en la calle, eso me llamaba la atención porque un sábado a las 3 de la mañana siempre, en esa ciudad, hay gente.
En un momento me di vuelta, y lo único que recuerdo fue ver la cara de mi supuestamente fiel amigo, y sentí cómo los huesos de mi cuerpo se rompieron.
FIN