Once y seis, de Mauricio Wiedemann
Un día, iba caminando por Corrientes cuando la vi. Era la mujer más hermosa que haya visto en mi vida. Estaba parada en la ventana de una cafetería con un clavel en la mano. Ella también me miró. Fue amor a primera vista. Fui hasta ahí, me presenté y charlamos un rato. Me contó que acababa de mudarse y decidí llevarla a pasear por Corrientes.
Al mediodía fuimos a un bar a comer algo, y en ese mismo bar, después de comer, justo cuando me iba a decir su nombre, entró un hombre armado que tenía aspecto de querer vaciar la registradora del lugar.
Se acercó a ella y la tomó de rehén. Yo, sin pensarlo dos veces, me abalancé sobre él y lo pateé en donde más duele, dejándolo desarmado.
El pobre salió arrastrándose. Ella me miró y me dijo su nombre.
―Me llamo Dolores.
Y yo, bromeando, le respondí:
―Fuertes de barriga.
Ella, sonriendo, me miró, y sentí que era el momento de sellar nuestro amor con un beso.
Dos años después de esa primera cita esperamos nuestro primer hijo.
Letra de "Once y seis", de Fito Páez
En un café se vieron por casualidad cansados en el alma de tanto andar, ella tenía un clavel en la mano. Él se acercó, le preguntó si andaba bien llegaba a la ventana en puntas de pie, y la llevó a caminar por Corrientes. ¡Miren todos! Ellos solos pueden más que el amor y son más fuertes que el Olimpo. Se escondieron en el centro y en el baño de un bar sellaron todo con un beso. Durante un mes vendieron rosas en La Paz, presiento que no importaba nada más y entre los dos juntaban algo. No sé por qué pero jamás los volví a ver. Él carga con once y ella con seis, y, si reía, él le daba la luna...