Flappy bird, por Annette Busich
Un día muy, muy normal, un chico llamado Álvaro, aunque todo el mundo lo llamaba Town, encontró un juego bastante interesante y divertido.
Entusiasmado, lo descargo en su celular y empezó a jugar.
Horas, minutos, segundos pasaron y él no dejaba de jugar.
Se estaba volviendo un loco, totalmente.
Ya enojado con el juego recientemente descargado, lo intentó sacar de su cabeza. Fue a comer la rica cena que hizo su madre, se lavó los dientes y fue a dormir.
Esa noche, y tres más, soñó con el juego.
Ya cansado, quiso borrarlo del celular y no pudo.
En cambio, empezó a jugar, demasiado, no podía parar.
Largo, un sonoro grito.
Empezó a llorar y patalear.
Se hizo la noche y, de tantos sollozos, se durmió.
Mientras Town dormía, alguien misterioso robó su celular.
Se despertó, triste hasta que miró su celular.
Qué alegría más grande, su celular no estaba!
Ya no tenía que ser un esclavo de un juego sin sentido.