Historia de Mia, de Annette Busich
Paso lento, suave, mis botas chocaban sucesivamente con el suelo. Siento mi canción favorita escuchándose desde mi móvil, lentamente, rebusco en mi bolsillo.
Era una llamada de Krey.
-Krey, ¿cómo estás? -sonreí, nunca me llamaba, él nunca lo hacía, no podía.
-Bien, bueno, realmente mal -susurró-, sácame, por favor, ya -se escucharon sollozos-, necesito respirar aire libre, esto es un infierno -soltó.
Paré mi caminata en dirección a la Universidad.
-Yo te sacaré pronto -mi plan estaba tomando forma-, tranquilo, ¿sí? Adiós -corté la llamada.
Apuré mi paso, ya que iba a llegar tarde.
Cuando llegué, fui directo al salón, ya había empezado la clase y el profesor me rezongó. Suspiré, siempre es lo mismo, pero algún día cumpliré mi meta.
Cuando las clases acabaron empezó a llover, y una chica, sonriente, se puso a mi lado. La miré sorprendida, y ante mi vista también estaba mi ceja encarnada, a juego.
Ella me miró, divertida, y se rió un poquito.
Generalmente nadie se acerca a mí, ya que todos me tienen miedo. Mi actitud es muy seria y misteriosa. Empecé a hablar.
-¿Qué quieres? -le pregunté, seria.
-Una amiga -respondió, amable.
-Aquí no hay, vete -respondí alto.
Ella me miró con puro asombro, mi expresión no había cambiado. Demoró unos segundos en responder.
-Eres parecida a mí -dijo mostrando sus dientes blancos.
-¿Qué? Por lo que veo, no me conoces, yo soy negro y tu blanco, ¿comprendes, niña? Vete -hablé molesta.
-No digo de personalidad, me refiero a la apariencia -chilló- ¡Tu cara es muy parecida a la mía! Ten -me dio un espejo.
A continuación me miré, y luego a ella.
Tenía razón, teníamos un perfecto parecido, increíble.
-Woow -fue lo que pude pronunciar. Y fue ahí que vi absoluto negro...
Desperté en una habitación blanca, totalmente, y una yo, mirándome.
¿Estaré muerta? Me estremecí, no puede ser, se supone que yo tenía que sacar a mi hermano de la cárcel y no lo logré.
¿Quién se encargará?
No puede ser. Continuamente muchas preguntas venían a mi cabeza, y no tenía respuestas, eso me estresaba.
-Basta -susurré.
“Ellos te quieren, déjate”, una voz se escuchó por lo bajo, no entendía. ¿Qué quieren? ¿Por qué me quieren?
-Estás en el hospital, te desmayaste -me dijo mi yo.
-¿Quién eres? -respondí mirándola con extrañeza-. ¿Qué quieres?
-Soy Amelia, quiero ser tu amiga -sonrió, ¿no se cansa de hacerlo?
-Ah, mmm, escucha, sácame -sentía que todo iba a ir bien, lo voy a sacar.
-No puedo -dijo triste-, el médico no está.
-Mis nervios aumentaban y tiré todos los cables. Agarré mi ropa, me la puse y salí rápidamente de ahí.
Sentí algo vibrar en mi bolsillo, era una llamada de Juan, mi novio.
-Escucha, nos encontramos en mi casa, adiós -antes de que dijera algo, corté. Mi plan cobró forma en ese mismo instante.
-Vamos -le dije a Amelia.
Le agarré la mano y fuimos rumbo a mi preciado hogar. Ya en mi casa, estaba Juan. Dejé entrar a Amelia primero y luego a mi novio. Después pasé yo.
Cerré ventanas y puertas. Juan sonrió, ya sabía.
Felizmente me senté y comencé a explicarles.
-Bien, lo que haremos será entrar, sacarlo y fugarnos, ¿ok? Amelia los distraerá y yo me pondré un disfraz de policía. Juan, tú irás hacia la celda de Krey, es la numero 847, piso 3. Amelia, distraerá a los guardias de ese piso, yo estaré cerca.
-¿Qué? ¿A qué te refieres? ¿Quién es Krey? -dijo Amelia.
-Mi hermano, y lo sacaremos de la cárcel -dije-. No te asustes, lo que hizo estuvo bien, se lo merecía...
-Está... Está bien, los ayudaré.
-¿Qué sucede con el otro plan? -preguntó Juan.
-Se fue, este es mejor -fui para mi cuarto y me vestí de policía, recogí mi cabello en un moño y me puse una gorra con el mismo conjunto. Juan estaba de negro, al igual que Amelia.
Bien, empecemos con el juego. Fuimos a la cárcel y entramos por atrás, nadie nos tenía que ver. Si fuese así nos meterían a nosotros dentro, y no quiero eso. Amelia fue a hacer su trabajo y Juan subió por la pared con algunos artefactos especiales. Pasé al lado de todos los policías, me dan asco, ellos arruinaron la vida de mi hermano y por eso los odio. Subí a la tercera planta y empecé a buscarlo.
A lo lejos vi a Krey y salté de alegría. Y lo vi, su ojo morado y su labio roto resaltaban en su cara. Sentí ganas de llorar, pero me contuve, lo abracé rápidamente y le hice una seña a Juan para que se lo llevase. Salieron de ahí rápidamente, fui a la salida y después de eso corrí hacia mi casa, al igual que todos.
Cuando llegamos sonreí, después de tantos años me sentí realmente feliz. Pero Krey se quedo muy sorprendido, estaba en estado de shock.
-La encontraste -dijo feliz.
-¿Qué, a qué te refieres? -pregunté confundida.
-Encontraste a Amelia.
-¿Cómo sabes mi nombre? -cuestionó la nombrada.
-Eres mi hermana -susurró.
-¿Qué? Yo soy tu hermana -respondí molesta.
-Sí, tú también.
-¿A qué se refiere?
-¿A qué te refieres?
-Ustedes son gemelas.
-Oh no, esto es muy extraño.
- ¿Qué? -chillamos las dos al unísono.
-Así es, nuestra madre lo ocultó -dijo triste.
Amelia empezó a llorar del shock y yo solo me quedé callada.
No reaccioné, lentamente la miré y me sorprendí. ¡Nuestro parecido perfecto era por eso!
Nos abrazamos y sonreí, me sentí feliz, una hermana, alguien con quien compartir todo, alguien que nunca me juzgará...
*9 meses después*
Después de ese día, todo cambio, fui más unida con mis dos hermanos, cambié mi profesión, ya que no me sentía cómoda con la que había elegido.
Amelia vive en mi casa con Krey. Esta noche, Krey se fue, y nos quedamos solos Amelia y yo. Aproveché ese momento para hablarle.
-Ame -la llamé.
-¿Qué? -dijo amable.
-¿Te puedo preguntar algo?
-Por supuesto -sonrió-, ni preguntes, solo tira -rió.
-¿Por qué, por qué eres feliz? -respondí triste.
-Porque… -se quedó pensando-. No tengo respuesta.
Sonreí.
-Te quiero, hermana.
-Y yo a ti.
FIN