Orígenes, de Paula Santana
La historia que me contó mi maestro era más o menos así (no te aseguro que los diálogos sean idénticos a los reales... pero la idea es la misma):
"Hace mucho, mucho tiempo, antes de que existieran vampiros y licántropos, nacieron dos hermanos gemelos, Drácula y Alucard. Ambos eran de una familia noble, vivían rodeados de lujos... Aunque su padre era cruel, habían aprendido a lidiar con él. Su madre murió al darles a luz, una sirvienta que los amaba había sido como su madre. Estos hermanos tenían unos veinte años cuando dicha sirvienta tuvo un hijo propio...
Ambos gemelos se sintieron abandonados. Drácula se refugió en sus estudios religiosos, Alucard en fiestas y excesos.
Luego de unos diez años, el "refugio" de Drácula se había convertido casi en una obsesión por la muerte y sus oscuros secretos mientras, que Alucard, aburrido de excesos, se había vuelto frío, sin sentimientos, casi tanto como su despótico padre...
Un día como cualquier otro, Drácula fue hacia su hermano con ojos brillantes y febriles, mientras llevaba una hoja arrancada de un antiguo libro.
-Alucard, he encontrado algo increíble y tú me ayudarás a hacerlo -Alucard se acercó a su hermano y agarró la hoja que él sostenía. Luego de leerla, con la mano temblorosa se la devolvió; en su expresión seria había temor.
-Estás loco. Sí, es increíble, pero... no podemos hacer eso, va en contra de todo, de dios, de lo que nos enseñaron de... de... -Alucard no encontraba palabras suficientes para decirle lo mal que estaba lo que Drácula quería.
-¡Cobarde! Debemos ir en contra de todo y de todos si queremos lograr lo que deseamos -insistió Dracula. aún con ese brillo en los ojos.
-Hermano, pídeme lo que sea... pero no me pidas eso, no puedo convocar a... al diablo -Alucard estaba tocado en su orgullo, cobarde era algo de lo que no se le podía tildar. Aun así, no solo por eso haría lo prohibido, lo que iba en contra de sus creencias religiosas, a las cuales era muy devoto.
-Tú no lo entiendes, podremos... podremos hacer un pacto con él, podremos tener vida eterna, a nuestra querida nana y la madre que nunca tuvimos. ¿Es que no vale la pena dejar todo, incluso tus creencias, tu moral y... todo lo demás por eso? -Drácula dio su discurso fervientemente, pero dudó un segundo en la última parte, cosa que no pasó desapercibida a su hermano.
-¿"Todo lo demás"?... ¿Hablas de nuestras almas?
-Un pequeño precio a pagar por la inmortalidad y el poder de revivir a quienes no están más en este mundo. Después de todo, ¿qué importa el alma? ¿De qué sirve? ¿Para qué la quieres?
Alucard no contestó, el brillo en los ojos de Drácula se apagó y el silencio reinó en el lugar por unos minutos, en los cuales cada uno estaba sumido en sus pensamientos.
-Lo haré... solo para traer de vuelta a nuestra querida nana... y para que no me acuses de cobarde. Pero con dos condiciones: nadie lo sabrá y, si no funciona, no lo intentaré una segunda vez –sentenció Alucard rompiendo por fin el silencio.
Drácula sonrió y aceptó sus condiciones. (Tú me disculparás, pero no puedo relatar cómo es que invocaron a Satán, porque esa parte de la historia se ha perdido en el paso de los siglos; además, no creo relevante explicarlo).
Estuvieron casi un mes preparando dicho ritual. Una noche fría y sin luna, en un apartado claro del bosque ambos hermanos llevaron a cabo el ritual. Al terminarlo, estaban ambos hermanos sentados uno frente al otro con un fuego en el medio. Por unos segundos en los que parecía que habían fallado, se miraron ambos gemelos a los ojos.
Alucard iba a alegar que todo había sido una tontería, un juego de niños, cuando escucharon unos suaves pero claros pasos que se acercaban a ellos.
No se atrevieron a moverse, y al poco tiempo una exuberante mujer de pelo largo, rubio y rizado, el cual caía como ondas a su alrededor, ojos astutos y rosados, con un aire felino, labios rojos y cuerpo voluptuoso, el cual estaba escaso de ropa para el frío que reinaba, pues apenas llevaba un ajustado vestido de seda rosa, entró caminando en el claro como si fuera su casa. Les sonrió a los hermanos y se sentó a la fogata con ellos.
-Perdonen la tardanza, estaba... ocupada... Bien, vamos al grano, ¿para qué me han llamado? Espero que sea un buen trato, ustedes, humanos... carecen de imaginación, siempre es dinero, venganza, amor... -la mujer suspiró y continuó hablando. Su voz era suave y seductora-. A veces es complicado mi trabajo, yo cumplo lo que el barbudo de arriba no hace -les guiñó un ojo.
-Nosotros le llamamos porque... porque queremos vida eterna y poder revivir a los muertos -susurró de manera apenas audible Drácula. La mujer se rió y el fuego de la fogata pareció avivarse con su hermosa risa.
-Son más imaginativos de lo que pensé. Me gustan, chicos, creo que tengo un pequeño fetiche con los gemelos... Da igual, les daré lo que quieren, pero les costará caro. Nada es gratis, queridos -los hermanos se miraron y asintieron.
-¿Cuánto nos costará? -preguntó Alucard. La mujer pareció pensárselo por unos segundos y después se levantó y se sacudió el vestido.
-Hay un lobo, el maldito me da dolores de cabeza -escupió a un lado-. Está en las montañas, al sur, a dos semanas de aquí. Tiene ojos como la sangre, es blanco como la nieve, grande como un osezno y molesto como un grano. Quiero que lo maten por la noche, es cuando está más débil, y que después beban de su sangre. Eso les enseñará a los de su manada quién manda, y que no se mata a demonios de alta categoría... -Su voz, antes dulce, ahora inspiraba terror, y el fuego estaba más vivo que nunca-. Cuando lo hayan hecho, yo les daré su vida eterna y la capacidad de burlar a la muerte, mis amores. ¿Tenemos un trato? -Volvió su tono dulce y les tendió su mano derecha para cerrar el trato. Drácula se paró y le estrechó la mano con una sonrisa. Luego, Alucard se levanto y de manera desconfiada y con semblante serio cerró el trato.
-¿Qué haremos luego de matarlo y beber su sangre? -preguntó Drácula tocándose la palma de la mano de forma disimulada: el tacto de aquella mujer era suave y cálido, pero le había dejado la sensación de haber tocado algo que no debía.
-Solo tóquense la marca que les dejaré y digan mi nombre tres veces... Por cierto, me llamo Lucy -les guiñó un ojo y les dio un beso a cada uno en el cuello, dejándoles una clara y extraña marca. Al tenerla tan cerca pudieron sentir que olía a rosas y azufre. Después ella sonrió-. Por cierto, si no cumplen su parte del trato... me enojaré y no quieren verme enojada, no me gusta que me llamen por nada... Nos vemos, dulzuras, llámenme al acabar su trabajo.
Sin más, Lucy se fue y la fogata se apagó, dejando a los hermanos en la oscuridad, en medio de aquel tupido bosque. Los hermanos se sintieron, obviamente, con miedo, miedo que nunca antes habían sentido. Un lobo aulló lastimero rompiendo el silencio sepulcral, como si supiera el destino que le esperaba a su compañero.
Los gemelos corrieron y esa misma noche aprontaron lo necesario para el viaje. No podían dormir, no después de lo ocurrido en el claro...
(Omitiré el viaje, no es relevante, y ambos estaban muy nerviosos y asustados como para sentir el frío cortante, las magulladuras, la incomodidad al dormir y el hambre).
Viajaron ellos dos, solos con sus caballos hacia su destino. Dos días antes de lo establecido llegaron a las desiertas y heladas montañas cubiertas de nieve. Esa noche a ambos les comenzó a picar levemente la marca del cuello. Era extraña, como una pequeña runa antigua y negra, la cual no podían borrar de su piel. Ninguno de los dos habló sobre ese picor, pero decidieron no descansar y buscar al lobo blanco.
Estuvieron horas buscándolo, silenciosos y sin luz, usando solo la escasa luz de las estrellas como guía. Cuando estaban por rendirse y organizar una búsqueda, en la siguiente noche lo vieron, vieron esos ojos refulgentes como brasas.
Estaba echado en un claro, era gigantesco e inspiraba respeto y temor con solo ver su silueta. Los hermanos se armaron de valor agarrando firmemente sus cuchillos de plata, eran los mejores y más afilados que habían encontrado en su carrera por querer cumplir el trato de una vez.
Se acercaron al desprevenido lobo por detrás, contra el viento para que no se oliera lo que le venía. Cuando estuvieron suficientemente cerca se abalanzaron sobre él. La pelea fue a muerte. El lobo lanzada dentelladas y zarpazos, los hermanos, adiestrados en el arte de la lucha desde pequeños, apenas podían esquivarlo. Al final, dos contra uno fue mucho para el lobo y murió en manos de Drácula y Alucard.
Sin esperar más y ansioso por conseguir la recompensa, Drácula hizo un corte en el cuerpo del lobo y bebió un poco de la sangre fresca que manó de la herida. Alucard fue un poco más reacio a hacerlo... Pero ya habían llegado tan lejos... Ya no había vuelta atrás, imitó a su hermano e hizo un corte en el lobo para poder beber de su sangre. Enseguida comenzaron a sentir sed, una sed increíble e incontrolable, una sed que el agua prácticamente helada de sus cantimploras no sació. Decidieron llamar a Lucy y pedirle una explicación, además de su merecida recompensa.
Ella acudió al instante. Esta vez tenía un abrigo de pieles negras y una sonrisa reluciente.
-¿Mis queridos gemelos quieren su vida eterna? La tienen, la sangre de ese lobo -le dio una patada al cuerpo- era sagrada. Ustedes al beberla quedaron malditos a vagar por el mundo como simples animales, movidos por el ansia de calmar su sed de sangre -su voz era burlona y alegre, como si hubiera hecho una broma divertida e inocente-. ¿Quieren revivir muertos? ¡Lo tienen! Dejaré que revivan todos los humanos que mueran victimas de su sed, convirtiéndose en monstruos como ustedes, compartiendo su maldición. Además, queridos míos, como terminaron el trabajo antes de lo que pensaba, les traigo un regalo -Lucy dio su discurso mientras que los hermanos se sentían débiles, sedientos, desdichados y sin fuerzas siquiera para recriminarle algo. Lucy chasqueó los dedos y dos mujeres entraron al claro, como en trance. Iban vestidas de manera humilde, como si fueran campesinas de algún pueblo cercano-. Disfruten su primera cena como monstruos, amores -susurro Lucy, y se fue sin mirar atrás mientras los gemelos cedían ante la sed y sus instintos... Los gritos de las dos mujeres que la habían hecho enojar eran como música para sus oídos".
Dicen que se hizo un abrigo con la piel del lobo blanco.
Y así se crearon los vampiros.