El viaje, de Guillermo Martirena
Un grupo de amigos despreocupados viajaban en una avioneta que tenía una reducida cantidad de combustible. Solo lo necesario para ir de Moroni a Tanzania.
Un rápido vuelo de dos horas, pero no se habían percatado de que el tanque tenía una fuga.
Una hora después del despegue, la avioneta empezó a perder altura drásticamente. 5 minutos más tarde, el piloto del pequeño avión, que llevaba 6 personas, se vio obligado a hacer lo imposible para que el aterrizaje fuese lo menos peligroso posible; debió aterrizar sobre unos árboles y consiguió que todos sobrevivieran.
El piloto era uno más del grupo de amigos, pero la diferencia era que sabía hablar magoma, una lengua indígena.
Al estrellarse el avión todos quedaron inconscientes. Despertaron todos excepto Rafael piloto y Mauricio. Al despertar doloridos, lo primero que vieron fue un grupo de personas muy cerca.
Algunos de ellos tenían unos extraños collares, con unos cráneos, los cuales aparentaban ser de humanos. Al despertar Mauricio, se dio cuenta de que esos cráneos sí eran de humanos, pero su reducido tamaño se debía a un proceso que él conocía por haberlo leído ¡Eran reductores de cabezas!
El mismo lo utilizaban los caníbales para encoger el tamaño del cráneo de sus víctimas. Además llevaban las caras pintadas de una forma peculiar, grandes colmillos colgando de sus orejas y otros objetos que permitieron reconocer su estilo de vida caníbal.
Decidieron esperar a que se les acabaran los recursos de la avioneta antes de bajar de ella , ya que los caníbales estaban por todas partes.
Tenían provisiones para cinco días. En un momento se percataron de que había otra tribu cerca ¡eran los kenieka! Unas horas más tarde de desató un conflicto entre los kenieka y los Taxica[caníbales].
Los nuevos no eran caníbales. Entonces los amigos pensaron que tenían un posible aliado; igual sería mejor ni bajar. Cuando despertó Rafael, que hablaba la lengua ¨Magoma¨, se acababan de terminar los recursos. Entonces decidieron bajar; ellos tenían una pistola de bengalas pero no la habían utilizado para evitar alertar a los nativos.
En un momento se cruzaron con un nativo, pero él no era caníbal y además hablaba magoma para suerte de ellos, ya que la pistola solo tenía 6 bengalas.
Entonces Rafael habló con él. Luego de una Larga conversación, el nativo llevo a los 6 hombres a su tribu. Al llegar, Rafael les contó a los indígenas la historia de cómo habían llegado hasta ahí y lo más importante, que tenían un arma poderosa, que los nativos pensaban que era el sol en las manos del hombre. Los kenieka contaron que tenían un gran conflicto con los caníbales.
Entonces hubo un intercambio. Los 6 hombres le dieron el arma a los Kenieka y les enseñaron a usarla, y a cambio la tribu les brindo protección, les dio provisiones, refugio y herramientas para que pudiesen alimentarse y a la vez construir una balsa para poder atravesar los 100 km que separaban a esa selva llena de árboles y tribus hostiles de una isla en la cual sí había gente como ellos.
Cuatro días más tarde terminaron la balsa y se despidieron de los kenieka, dejando atrás la avioneta, la isla , pero decidieron no contar nada sobre ambas tribus para que los cazadores, fotógrafos y otras personas no molestaran ni expusiesen a esa gente tan inocente al mundo exterior…